Claudia Castro, Departamento Comunicacional
En la década de 1940, los vuelos más largos registrados en aviones Catalina en la Fuerza Aérea de Chile eran generalmente vuelos desde la Base Aérea de Quintero a Punta Arenas.
El primero de estos ocurrió el 2 de febrero de 1945 cuando el bote volador PBY-5 Nº 400 (la FACh aún no contaba con anfibios) comandado por los Tenientes Óscar Leiva Silva y Arturo Parodi Alister más cinco tripulantes realizó un vuelo directo Punta Arenas-Quintero con cuatro pasajeros, demorando 12:25 horas.
El motivo del vuelo a esa zona fue trasladar una comisión de diez profesionales pertenecientes a la Corporación de Fomento con la finalidad de realizar estudios económicos e hidroeléctricos.
Este desplazamiento no estuvo exento de dificultades debido a las características propias de la zona como los fuertes vientos imperantes o bruscas nevazones que causaron diversos percances como la deformación del timón de dirección mientras se efectuaba la descarga de equipaje por el viento o tener que soportar la formación de hielo en sus alas, los cuales fueron sorteados de manera exitosa.
Tras esta experiencia, seis años más tarde, en 1951, y en su constante misión de unir a Chile por los caminos del aire, la Fuerza Aérea de Chile concretó uno de los hitos más importantes de su historia: unir el continente con Rapa Nui, logrando así la tan anhelada conectividad. Una proeza conseguida por el Capitán de Bandada Roberto Parragué Singer a bordo del Catalina OA-10A N° 405 “Manutara”, luego de recorrer 3.791 kilómetros en un tiempo de 19 horas y 22 minutos.
Sólo cuatro años después de esta última proeza, el 28 de diciembre de 1955, la Fuerza Aérea unió por primera vez en un vuelo directo Quintero con la Antártica Chilena, constituyéndose en una misión que abrió la senda para realizar numerosas operaciones aéreas nacionales en el continente blanco, que se extienden hasta la actualidad.
